Una mentira bien contada en redes sociales podría montar un presidente o enlodar la campaña de un firme aspirante a un cargo público. Este es uno de los desafortunados campos en los que se desarrolla la política en estos tiempos y como han sido elegidos algunos líderes mundiales.

Tres meses antes de las elecciones en Estados Unidos, las 20 noticias falsas más populares, como la supuesta venta de armas por parte de Hillary Clinton al Estado Islámico, generaron 8.711.000 acciones de compartir, calificar y comentar en Facebook en tan solo una semana, mientras que las 20 noticias verdaderas en el mismo tiempo solo alcanzaron 7 millones de interacciones.

En Colombia ocurrió lo mismo hace pocos meses durante el plebiscito; que los guerrilleros ganarán un salario de 1.800.000 pesos o que si se firmaba la paz el país crecería entre 5 y 8 puntos del producto interno bruto fueron mensajes falsos que circularon entre partidarios del sí y del no en la elección con distintos enfoques, todos dedicados a activar las emociones de la gente.

Cómo viralizar

Cómo hacer que el contenido se multiplique y cobre vida propia tiene tres pasos, explica Camilo Torres, estratega digital en la agencia internacional IPG Mediabrands: “Es un concepto que se llama márketing guerrilla o efecto de bola de nieve”.

Existen programas que permiten crear miles de cuentas de Twitter no humanas (o bots), que empiecen a publicar masivamente la información que se quiere expandir.

“Eso se vuelve viral, porque se hace un mix entre las cuentas falsas y la gente que se pega a la conversación”, dice.

Luego, desde plataformas como Facebook, se envían a personas afines, de forma aparentemente inocente.

“Eso se llama siembra. Uno empieza a decirle a la gente ‘hey, mira esto’ y como no leen, es fácil que se empiece a multiplicar”, agrega Torres.

Cuando esté la información rodando, es más fácil llegar a usuarios con influencia y hacerlos que también la repartan. Ya en este punto la noticia tiene un halo de veracidad, así sea engañosa.

Allen Montgomery, seudónimo que usa el fundador del sitio The National Report para permanecer en el anonimato le contó a la BBC que escribiendo informes falsos a favor del entonces candidato Donald Trump le ha generado ganancias hasta por 10.000 dólares por la publicidad en su muy viral, si bien poco fiable, página.

La clave inescrupulosa para explotar una historia está en el titular y los dos primeros párrafos, cuenta Montgomery. Si esta parte suena creíble no importará que los últimos párrafos queden mal escritos o sean totalmente inverosímiles.

Campañas no controladas

Felipe García Echeverri, magistrado de la Consejo Nacional Electoral (CNE), comentó que en 2015 se planteó la posibilidad de presentar una ley sobre la titularidad de los dominios, para que el que publique sea responsable del contenido, pero la idea se hundió en los debates. Además, comentó que en el caso de las redes sociales es más complicado, pues estos portales están alojados por fuera del territorio nacional. Desde el punto de vista legal, no se puede anular lo que está por fuera del país”.

García Echeverri también confirma que en Colombia no existen sanciones administrativas a la propaganda negra, concebida como los mensajes negativos o distorsionados hacia algún candidato “para eso en el campo penal está la injuria y la calumnia, que son los mecanismos para combatir estas acciones”.

El punto ciego es que para que se investigue este tipo de delito es necesario una denuncia y en muchos casos el agresor se esconde bajo un usuario anónimo o tras una página en otro país, lo que dificulta y retrasa cualquier acción de la justicia.

Detrás del escenario

El hacker Carlos Escobar ha trabajado con diversas campañas y desde su experiencia coincide en que la falta de legislación abre un espacio gigante para actuar, que muchas veces raya con la falta de ética.

En diálogo con EL COLOMBIANO relató cuál es la receta malintencionada para hacer de un político un líder venerado o un paria.

“Lo primero que hacen es realizar una lectura de quién es, qué ha hecho y a dónde quiere llegar con sus redes y después analizar quienes son sus rivales, que debilidad tienen y cual es su “secreto”, al final todos tienen un secreto”, afirma Escobar.

Según sus cuentas, para una campaña presidencial se necesitan unas 30 personas dedicadas enteramente a generar cuentas de seguidores bots, con contenido beneficioso para el cliente y perjudicial para el rival.

En esto y en que una mentira bien hecha puede elegir candidatos coincide Víctor Solano, consultor en comunicación y experto en redes sociales, que desglosó el proceso por el que pasa algún político para expandir su discurso por todo internet.

“Eso hizo Goebbels en la Alemania Nazi. Las cifras son muy poderosas y pocos se preocupan por mirar lo que es real o no”, comentó.

“Para sacar del camino al rival de un político solo basta generar un escándalo con un correo falso, y aunque comprueben que fue implantado, la duda ya quedó instalada”, dice Escobar, una persona que ha manejado al mismo tiempo las redes de varios partidos rivales. Es decir, en muchas de las peleas que el país ha seguido en Twitter, él ha manejado las cuentas involucradas.

Desenmascarar bots

Solano dice que desenmascarar a políticos con bots de seguidores es solo cuestión de observación.

“El ritmo del crecimiento de seguidores es un indicador. Cuando un candidato pasa de 1.000 a 10.000 seguidores en un día, la mayoría son ‘huevitos’ (como se conoce a las cuentas que no tienen una persona real detrás)”, contó, “lo otro es ver un mensaje idéntico en muchas cuentas”.

Empresas de hackers suelen tener un “ejército de huevitos”, que trabajan para la campaña que los contrate; sin embargo, esta interacción es ficticia, no genera fidelización de usuarios y no es consistente en el tiempo.

Otra situación es que la atención no es la principal característica de los usuarios de redes y por eso para un hacker es sencillo generar una cuenta espejo de un político, cambiando algunos caracteres.

Así pasó con @AlvaroUribeVal, el imitador del expresidente @AlvaroUribeVel. Estas cuentas suelen parodiar y distorsionar la seriedad del mensaje del personaje original y según cuenta Escobar, “muchas de ellas se crean, se quedan en silencio por mucho tiempo y se usan cuando la situación lo amerite”.

¿Qué se halló en Colombia?

Usando la ayuda tecnológica de la empresa Acceso, la MOE rastreó en Facebook, Twitter e Instagram más de 3,5 millones de menciones al mes del proceso de paz con las Farc.

Eso da un promedio de más 14 millones de menciones en los cuatro meses que duró la socialización de los acuerdos. Una cifra superior a la de los votantes del plebiscito, que fueron 12,8 millones de personas.

Seguidor no es igual a voto

A pesar de todo, no es una receta mágica de poder electoral. Solano advierte que el político con más seguidores en sus redes no siempre tiene asegurada la misma cantidad de votos.

“Por ejemplo en Twitter, casi todos los usuarios de 1.000 seguidores para arriba, tienen un porcentaje de seguidores bots (no humanos)”, aseguró, pero advirtió que “no siempre es porque usted o yo lo elijamos, sino porque algunas empresas ponen bots a seguir perfiles que consideren interesantes”.

Aparte, cuenta que existe una población activa en redes pero que “se sienten en la orilla política incorrecta”, entonces callan en redes pero ejercen su derecho al voto.

Hay dos formas de conseguir audiencias, dice Solano. La primera es de forma orgánica, “se pone a rodar un rumor con una acción sensasionalista y se espera que los ciudadanos la pongan a rodar… ya pocos hacen esto”.

La segunda es contratar quien lo haga. “Lo usual es contratar gente que de forma sistemática empiece a multiplicar ese mensaje en redes y encuentren en sus audiencias una caja de resonancia”.

El proceso de generar información que, verdadera o falsa, se replique en las redes sociales se complementa con la generación de páginas aparentemente noticiosas que terminan siendo un vehículo para demostrar la “validez” de la información engañosa y pasarla de perfil en perfil.

¿Por qué no se controla?

La Misión de Observación Electoral, MOE, lo dice entre la preocupación y la resignación que cualquier intento de regular lo que se multiplica en las redes sociales raya con la libertad de expresión.

Según los registros de la MOE, solo en Twitter se recopilaron tres millones de menciones al mes del proceso de paz y 763.430 personas hablaron sobre el plebiscito en Colombia en sus redes, con este volumen de información no es posible saber que es cierto.

Con datos en mano, la directora de la Misión, Alejandra Barrios, alertó que para 2018 “hay un riesgo de que la ciudadanía mal informada elija; que la incertidumbre por la ausencia de información verdadera haga que el ciudadano la crea y tome decisiones basados en mentiras”.

A su vez, la Comisión Nacional Electoral, CNE, ente encargado del control a las campañas en Colombia manifestó que “hay muchísimas investigaciones sobre el tema que se han archivado con base en que el control se escapa a las redes sociales”.

Son las palabras de Felipe García, magistrado del ente, quien admitió que “el avance tecnológico ha superado en velocidad al avance de la legislación”.

Viralidad no es pluralidad

Esto lo sabe bien Escobar, pues su organización tiene a la mano más de 20.000 cuentas de Twitter que son capaces de imponer una tendencia en menos de 5 minutos. Dice que “en un país en donde los temas ‘calientes’ de las redes tienen asegurado un espacio en las noticias, es fácil implantar cualquier tema en la agenda”.

Barrios advirtió que “hay poca cultura para entender las redes sociales y se cree en todo lo que pasa por allí. No hay profesionales en la mediación de la información como los que tienen los medios”.

El toro por los cuernos

A inicios de este año, Facebook anunció una ofensiva en Alemania para depurar de su red las noticias falsas, en alianza con un colectivo de investigación periodística.

En Estados Unidos, donde la legislación también tampoco impide estos actos, se han creados páginas como FactCheck.org que se encarga de verificar las noticias y en espacios académicos como la Universidad de Kean en Nueva Jersey se abrió una clase para enseñar al ciudadano a ser responsable con lo que lee y con lo que se comparte.

Después de todo, tal como lo señaló el docente de dicha clase, Pat Winters Lauro, “solo la educación puede resolver este problema”.