A gritos y de todas partes se escuchan voces pidiendo la renovación en la política del país. La gente del común quiere ver rostros nuevos, liderazgos diferentes y soluciones reales a sus problemas. La política rancia, encarnizada en el establecimiento nacional, se especializó en la mentira, el engaño y la profunda corrupción. La triste vergüenza de que en este país todos tengamos precio, algunos un simple billete de 50 mil, pero otros valen concesiones Ocaña – Gamarra de un billón de pesos. ¡Ya nos cansamos!, es hora ya que nuestras instituciones públicas pasen a manos de la gente decente de este país.
En ese profundo amor que el presidente Alvaro Uribe tiene por la patria y consiente del clamor popular, se despojó de la comodidad de la ex presidencia y se fue al Congreso de la República a buscar el cambio político que Colombia necesita. Se acompañó de sangre nueva, de personas que lejanas al círculo político corrupto, renovadoras, sin vicios políticos y con soluciones para la patria, para saltar con estos nuevos políticos las malas costumbres del establecimiento. El legado de Uribe, por encima de la seguridad democrática, se lo reconocerá la historia con esta cosecha de virtuosos colombianos.
De esas semillas que se echó al bolsillo el más grande de los colombianos, al presidente Alvaro Uribe Vélez le germinó Iván Duque. Serio, pilo, estudioso, juicioso, dedicado, un hombre de Dios y dedicado a su familia, poseedor de un discurso técnico y de soluciones de avanzada o innovadoras a la política y la economía, venido de la academia y de instituciones técnicas como el Banco Interamericano de Desarrollo, pero limpio y con una hoja de vida intachable que muestra honorabilidad y el perfil adecuado por el querer del colombiano común.
Algunas personas ven la llegada de Iván Duque a la candidatura por la presidencia de la República como caído “en paracaídas”. Algunos, tal vez porque pensaron que debieron ser ellos los elegidos, otros porque piensan que Iván debe curtirse de más política, pero a unos y a otros tengo que decirles, que esa designación se la ganó a pulso. Trabajó, trabajó y trabajó para llegar ahí, lo hizo buscando siempre el bienestar de la patria, y qué bueno que la curtiembre política no lo tocó, porque la podredumbre que veo en los que están curtidos, me aterra, superaron a sus maestros.
Salir a defender a Iván Duque de las politiqueras y mal intencionados acusaciones que se le hacen sobre su esencia política y la ubicación de su pensamiento, me ha hecho estudiar sus artículos, sus debates y sus conferencias. Tengo que advertirlo: su inteligencia supera en creces a sus contradictores. En su cabeza se armoniza el capitalismo con matices del keynesianismo, dejando claro y sobre todas las cosas, que la iniciativa privada, la libertad de empresa y el libre mercado deben ser protegidos y apoyados, controlando del gasto público con determinación y disminuyendo los impuestos que golpea las clases menos favorecidas y sobre todo la clase media, motor de la economía. Todas estas medidas capitalistas deben ir de la mano con políticas sociales eficaces y eficientes y sobre todo limitadas en el tiempo. Esta receta, copiada y perfeccionada del presidente Uribe que trae Iván Duque, es la que a los extremistas no les alcanza la capacidad para entender, pues se comienza siendo inteligente cuando aceptas que no eres poseedor absoluto de la razón.
La comodidad de muchos, o tal vez ese mundo perfecto donde viven, los ha hecho desconectarse de la realidad. Ir de Bogotá a Anapoima en helicóptero y de ahí pasar a Londres y vestirse de monarca criollo, ha dejado una gran fractura en el alma de la nación. Un país con diferencias casi que irreconciliables entre pobres y ricos, entre creyentes y no creyentes, entre uribestias (yo y con orgullo) y mamertos, entre los del No y los del Sí, nos ha alejado de nuestra misión de país y olvidado que juntos somos y construimos patria. Por eso y sin equívocos, en Iván Duque confluyen las ideas que podrán unir por fin a nuestra nación.
Hagamos de Colombia una nación grande, renovemos la política, rescatemos la palabra honestidad del anacronismo que los corruptos la sepultaron y convirtámosla en la hoja de ruta de nuestra sociedad. Démosle el liderazgo a una persona limpia, sana y capaz, démoselo a Iván Duque.
@iascalea
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