A Iglesias se le ha caído la máscara. Ese disfraz de tolerante. Se mostró, con las elecciones en Andalucía, como un fascista y totalitario. (EFE)

Decían que Vox, o la derecha española —porque en algún momento también metieron en el saco al Partido Popular y a Ciudadanos—, era racista, xenófoba y totalitaria. Fascista, pues. Intolerante.

Sin embargo, los últimos resultados de las elecciones al Parlamento de Andalucía han terminado exponiendo la verdadera naturaleza de los necios denunciantes. Podemos, que jamás ha dejado de ver en el otro a su enemigo —a todo aquel que esté decidido a jugar con las reglas de la democracia—, ha reaccionado colérico ante la decisión de los andaluces.

Es el peor resultado en la historia del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), que de 47 escaños se vio reducido a 33. El Partido Popular también sufrió un fuerte impacto en las urnas que lo redujo de 33 a 26 escaños. Mientras, la fuerza política de Albert Rivera, Ciudadanos, demostró cuán favorecido se ha visto por la tensa coyuntura que atraviesa España: de los 9 escaños que logró en 2015, subió a 21. Un triunfo tajante.

Por otra parte, Podemos, el partido de ultraizquierda, comunista, representado en la coalición Adelante Andalucía (junto a Izquierda Unida), terminó con 17 escaños. Un resultado que no varió demasiado desde 2015, cuando solo Podemos —sin ser coalición— obtuvo 15 curules. Y, por último, la mayor sorpresa de la jornada: el novel partido político de derecha, conservador, Vox, logró ingresar al Parlamento con la sorprendente cifra de 12 escaños. Un número que no se puede menospreciar.

Ya la derecha puede formar Gobierno. Si pactan, Ciudadanos, el Partido Popular y Vox pueden retomar Andalucía, que por mucho estuvo bajo el control del PSOE.  Es el auge palpable de la derecha en un país aterrado por un Gobierno de izquierda al que nadie ha regalado un solo voto. Y la extrema izquierda, la de Podemos y los separatistas, por supuesto, ha quedado marginada.

Por ello a Pablo Iglesias, el líder y fundador de Podemos, no le han gustado para nada los resultados. Los desprecia. Y, de hecho, los niega.

“Podemos convoca a movilizarse para defender la libertad, la justicia social y, en última instancia, la democracia. Lo vamos a decir muy claro: no tenemos ningún miedo a la extrema derecha. Y frente a la extrema derecha vamos a presentar compromiso y antifascismo militante. ¡Qué no vuelvan! ¡Qué no vuelvan nunca más!”, dijo Iglesias.

“La España feminista, la España republicana, la España trabajadora y democrática debe estar alerta (…) Está en juego el futuro y la democracia”, agregó.

Y así ha sido. El rojerío ha atendido al pie la orden del máximo líder de la extrema izquierda en España. Ya hay fuertes manifestaciones en las calles de Sevilla y otras capitales de Andalucía. Centenares de personas, que enarbolan estandartes comunistas y simbología soviética, también con guiños a los recientes movimientos feministas que se han alzado en la madre patria, marchan sobre el asfalto, paralizando la ciudad, tirando piedras a algún edificio, gritando: “Un bote, dos botes… Fascista el que no bote”. “Fuera fascistas de nuestros barrios”.

Sin quererlo, el que con ligereza ha llamado fascista al otro, esta vez ha quedado expuesto. Iglesias, bastante intolerante y totalitario, quedó desnudo con su última rabieta en contra de la democracia. Porque, al final, son amigos de esta cuando les favorece. Porque cuando los votos no van a ellos, es a calentar las calles. Los que valen son los de ellos. Los que no, de fascistas.

“Otro favor que hace Vox a España. Ya ha llevado a Pablo Iglesias a quitarse toda máscara y tono reflexivo impostado y dejar claro que lo que no consigue con votos lo pretende imponer con la violencia”, dijo al respecto el escritor y periodista Hermann Tertsch.

Por último, son más que pertinentes las palabras de la eurodiputada y defensora de los derechos humanos, Beatriz Becerra, quien, en un hilo en Twitter, dijo: “Escucho que irrumpe en España la extrema derecha xenófoba. Falso. En Cataluña hay un presidente que llamó bestias a los inmigrantes. Y políticos que, cuando quieren insultar a la candidata más votada, le dicen que se vuelva a Jerez”.

“También es muy significativo que ahora desde Podemos llamen a frenar a la extrema derecha, cuando para ellos Ciudadanos y el PP ya eran extrema derecha —o eso nos han dicho—. Cuando todo es extrema derecha, al final nada lo es (…) Iglesias ya está con el lenguaje inflamado guerracivilista. A él le interesa que los españoles opten por la polarización, por la confrontación. Porque si eligen la moderación y el acuerdo, entonces él no sobrevive”, culminó.

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