Por: Benedicto Truman.
Al parecer no hay una fórmula política efectiva ni única que nos lleve a la consecución de un logro definitivo o que nos conduzca necesariamente hacia el fin último del ideal político de las ideologías pretendidamente omniabarcantes. Algunas puedan pretenderse justas y democráticas, otras más equitativas y liberalizadoras, unas más enarbolando las banderas de la transformación radical y la igualdad social, unas que otras en nombre de la reivindicación étnica y la lucha popular. Detrás de todas ellas hay un pueblo, unas comunidades, una nación y unas sociedades que gozan y sufren los aciertos y desajustes del encuentro entre las ideologías políticas y las contingencias históricas de cualquier sistema social: político, económico, jurídico, etc.
Ante la persistencia cada vez más enconada de una(s) solución(es) única(s) para los males humanos sostenida por los convencidos de las fórmulas mágicas de los determinismos de herencia decimonónica o de aquellos románticos que buscan salvaguardar lo propio oponiéndose a los interacciones internacionales o a la densidad de los intercambios trasnacionales, está la sensibilidad posmoderna de las nuevas generaciones crecidas con informaciones venidas de todos los lados del espectro ideológico, para los que no hay una solución en sí, o mejor no hay una solución única a los males que afectan la organización humana.
Puedo pecar de posmoderno con tales sentencias, pero afirmar que la mayoría de los adultos jóvenes viven desencantados con cualquiera de los anteriores métodos que regían y en algunos casos siguen gestionando la organización política es un hecho real que toca las sensibilidades de las nuevas generaciones políticas. En la actualidad, a diferencia de los tiempos de mi abuelo, de casi nadie se puede predicar que el que nació conservador morirá conservador. Y aun pudiendo ser tachado de reproducir el egoísmo individualista que según algunos genera el capitalismo contemporáneo, dentro del que cada uno persigue los intereses y valores propios, lo cierto es que aquello se parece más a un ejercicio interactivo entre las necesidades que motivan la práctica personal y los valores que orbitan la cohesión colectiva del bienestar.
Dejémonos de tanto rodeo y palabrería fútil y vamos al punto: Evo Morales y los cientos de miles de bolivianos descontentos que han salido a las calles del país para pedir la renuncia del mandatario indígena por supuesto fraude electoral en las más recientes elecciones presidenciales, según ha confirmado la misión de la OEA. A pesar de la aparente convulsión por la que atraviesa la nación boliviana y desde la que simpatizantes de Morales anuncian los vientos de la guerra civil, pueda interpretarse en todo esto un descontento común hacia varios de los rasgos que pueden representar al ex mandatario como un líder neo populista.
Liderazgo carismático con carácter mesiánico como aquel que se postula como el salvador del movimiento de reivindicación de los pueblos indígenas y del Estado plurinacional, crítico de las elites y los poderes internacionales, cabeza de una retórica refundacional de la patria con demandas radicales ancladas en excesivas valoraciones étnicas y un apego a una perpetuidad del poder que se desentiende de las temporalidades de los períodos gubernamentales constitucionalmente señalados, son características de los líderes neo populistas, estandartes de ideologías políticas que muchos jóvenes poco sienten propias y escasamente comprenden.
Evo encaja perfectamente en la descripción de lo que hace o no a un líder un decidido de la política populista, de la política neo populista tan famosamente puesta de moda en América Latina por el Socialismo del Siglo XXI experimentado por el sufrido pueblo venezolano. Si la interpretación de la posiblemente presidenta en encargo de Bolivia, Yanina Yañez, es acertada, y en el país “no hay institucionalidad democrática y los poderes constitucionales fueron cooptados por el gobierno”, entonces no se puede hablar de un golpe de Estado para con un gobierno que adolece de legitimidad, menos aun cuando las disuasivas fuerzas del orden están en las calles resguardando a la población.
Los jóvenes y los bolivianos en común, se cansaron de las máximas ideológicas de la izquierda neo populista cuando abrieron los ojos ante los desmanes de poder y comprendieron que detrás de los métodos y programas que persiguen fines ideales en política se esconde el hambre voraz de aferrados al gobierno, cuales tras el argumento del mayor bien se atornillan en posiciones de poder que terminan produciendo peores perjuicios en la institucionalidad estatal. Una vez abiertos los ojos nos dimos cuenta que en política no hay un camino y que acaso merece ser puesto bajo sospecha aquel que pretenda entronarse como adalid de la solución única.
HEMOS CAÍDO EN CUENTA QUE NO ES UNO NI UNA LA SOLUCIÓN A NUESTROS PROBLEMAS POLÍTICOS, QUE ES EL DIALOGO Y LA COMPRENSIÓN ENTRE LA DIVERSIDAD DE TODOS LOS QUE NOS DEPARAN EL ORDEN EN UN ESTADO CONSTITUCIONAL.
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