Por: Benedicto Truman.
En hambre voraz de animal político desleal que puede leerse en las actuaciones parlamentarias de Roy Barreras asombra hasta el más convencido pragmatista, el ironista de Richard Rorty quedaría boquiabierto. Y aunque pudiera afirmarse que en política a diferencia de la religión no hay una ligazón de orden trascendente que une al creyente a sus más profundas certezas, si hace falta algunas convicciones éticas que guíen los comportamientos de cualquier hombre de parlamento.
Roy Barreras es el ejemplo perfecto del Judas de la política, del Brutus que asesina a Julio Cesar, de la hiena que le da la espalda a su propia manada, sea del trastornado mental que cambia de identidad según los humores del día o del paciente afectado por el trastorno afectivo bipolar que muda su ánimo día a día. Parece que no contamos con un ideario firme para describir y reconocer los valores políticos de Roy a menos que indaguemos en sus repentinas tomas de posición que se alinean con el poder político de turno.
A imagen y semejanza del Judás que traicionó Jesús a quien le aguardaba el destino de su suicidio, Roy Barreras está acostumbrado a darle la espalda a las colectividades que le han cobijado. En la década de los 90, en tiempos de sus aspiraciones al Concejo de Cali y cuando hacía parte del Nuevo Liberalismo, perteneciendo primero al Movimiento Nuevo Liderazgo y luego ocupando curul edilicia por la Alternativa Liberal Popular, prefirió apoyar la candidatura a la presidencia del conservador Andrés Pastrana que serle fiel a los ideales liberales.
Como una hiena que por puro instinto ─¿acaso de politiquero?─ intenta hacer jirones con la carne de quien lo alimenta, Barreras se le volteó a la tolda que auspició sus aspiraciones para hacerse a una curul en la Cámara de Representantes en 2006. Qué pena puede resultar ser que en 2009 el propio Comité de Ética de Cambio Radical lo haya expulsado por deslealtad por considerarlo el más férreo escudero del presidente Álvaro Uribe. En una decisión tomada por 4 de los cinco integrantes del órgano partidario se aducía: desmedida conducta de asumir vocería del partido, cual no tenía; desmesurado ánimo de figuración en los medios; manifiesta intención de crear un nuevo movimiento político y deslealtad.
Como viniendo en detrimento de la honra de todo quién se precie de hombre bueno, aquella expulsión de 2009 se trató de una sanción de carácter moral, según aseveró el propio presidente del Comité Aurelio Tobón Mejía. Su desmesurado ánimo de figuración en los medios en los que despliega una verborrea imparable, pudieran ser signo acaso de un paciente logorreico, caracterizado por una intensa conversación que de cuando en cuando según interese cambia el lugar desde el que habla su apetito de animal político. En aquella vez su intensa defensa del tercer mandato del presidente Uribe, le valió la expulsión de la colectividad vargallerista.
Siguendo el Brutus que traiciona y asesina a Julio Cesar, una vez Santos estaba a la cabeza del estado colombiano, El Roy multicolor le dio la espalda a su antiguo presidente. Flamante defensor de la política de Seguridad Democrática y de la cohesión-inversión social del presidente que enfrentó ferozmente a las FARC, Barreras volvió a cambiar de posición ético-política, como aquella que seguía un método para la consecución de la paz, y se fue en contra de Uribe y hasta lo tildó de enemigo de la paz. Pasó de ser un feroz paladín de un para entonces eventual tercer período del presidente Uribe, férreo defensor de los valores de los ocho millones de prosélitos que entregaron el sí al gobierno Uribe, a preferir una paz llena de vacíos de justicia, con baches que permitían seguir el atropello al pueblo colombiano.
Algunos analistas catalogaron a Roy de asumir una actitud pendular frente a Uribe. Decían que éste “va jugando con la coyuntura” asumiendo que el apoyo al presidente de entonces jugaría un papel de primer orden que otorgaría probabilidad de éxito para su reelección al Congreso. Pero no es seguro que tengamos que enlodar a Roy con tan oscuras calidades éticas. Es posible que Barreras adolezca de una enfermedad mental que lo lleve a tomar una posición hoy y mañana otra, que lo ponga a producir y engranar una palabrería conveniente, que haga que hoy tome una identidad ─política─ y tiempo después asuma otra. Tal vez Roy no necesite una lección de ética-política, tal vez lo que está pidiendo a gritos es un médico que le trate su desajuste.
De todo ello, puede interpretarse una actitud política y ética contradictoria o más bien un comportamiento propio de un enfermo mental el que el hombre que hace algunos años defendía las políticas de seguridad uribistas hoy sea quien ataque ferozmente al gobierno y haya provocado la salida del ministro Botero, a vistas de muchos porque no tiene mermelada. Pero no, creemos que hay algo biológico y somático que lo afecta profundamente, que lo lleve a decir que único culpable es el hasta antier ministro, pero al mismo tiempo saca en limpio al presidente y a toda la cúpula, como el mejor de los acomodados, como el hombre del péndulo, como el hombre de manicomio, o aquel falto de un cursito de ética.
Barreras debería examinar bien los hechos concretos y sin ánimo de politiquero mirar hacia los verdaderos culpables: los reclutadores de niños de las disidencias de las FARC. Tal vez es la propia logorrea la que no le permite saber escuchar y tal vez es el trastorno afectivo bipolar el que no le permite sopesar e interpretar los hechos en sus justas proporciones, buscando culpables donde no los hay.
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