Lo que distingue al Homo sapiens es que para todo ejemplar sano de nuestra especie, actuar es descubrir. Que gran parte de nuestras conductas sea instintivas y que nuestros instintos condicionen las conscientes en nada cambia el que la capacidad de descubrir y aprender del hombre es notablemente mayor que la de cualquier otra especie que la muestre. Es en la capacidad humana de descubrir, innovar y diferenciarse del resto que encontraremos la causa del progreso y su justificación moral.

Pero hay quienes creen que la satisfacción humana no depende de mejorar sino del que otros seres humanos no mejoren. Del que aquellos que hubieren osado mejorar material, intelectual o moralmente elevándose sobre la general mediocridad caigan y sufran. Quienes desconocen otra felicidad que disfrutar de la creación ajena mientras denigran a los creadores. Los que no entienden otra moral que la justificación de la envidia. Quienes creen en la igualdad de resultados y para lograrla en la desigualdad de derechos y obligaciones. Estos suelen argumentar que entre otras especies  de primates se observan conductas que muestran un sentido aparentemente instintivo de igualdad material como medida de justicia.

Justicia puede ser un concepto abstracto elevado difícil de atribuir a una especie social con una simple precultura. Pero se puede reducir a un sentido muy simple de lo que en especies capaces de aprender garantiza la cohesión social entre los capaces de adoptar conductas nuevas. En ese sentido, y con esas precauciones, sería cierto lo del igualitarismo en especies inteligentes con conductas sociales análogas a las de nuestros más primitivos antepasados. Y de las que en el marco del complejo desarrollo civilizatorio que hemos alcanzado, todavía hacemos uso.

De aquello no se deduce que los humanos debiéramos considerar como máximo desarrollo de la filosofía moral al instinto igualitario del mono capuchino. Y para rechazar semejante despropósito no es necesario separar conceptualmente nuestra especie de otras más de lo que la evolución ya distinguió. Hay conducta consciente análoga a la humana en las especies con cerebro capaz de comportamiento social complejo y transmisión intergeneracional de información pre cultural  no-genética. La diferencia es de grado y está principalmente en la gama de fines. La pregunta no es si compartimos a nivel ancestral la moral del mono capuchino. Indudablemente la compartimos. La pregunta es si guiándonos exclusivamente por esa moral primitiva sería posible la existencia de la civilización y sus ventajas. La respuesta es que sería inviable en tales condiciones.

El igualitarismo es un colectivismo que eleva la envidia a origen y medida de toda convicción moral.  Igualitaristas envidiosos son los enemigos de la libertad en nuestros días. Los igualitaristas que se consideran revolucionarios socialistas, guiados por aquélla convicción moral entienden a todo al que no la comparta como un enemigo a destruir. Y es de admitir que en la medida en que no estemos dispuestos a renunciar a nuestras propias convicciones morales, causales de la civilización a la que tampoco renunciaríamos, sus enemigos seremos, nos guste o no.

Nos interesa explicarnos por qué quienes se muestran tan escandalizados por la desigualdad son tan indiferentes a la pobreza. A menos que está acompañada de desigualdad. A los liberales como a muchos conservadores, es la pobreza y no la desigualdad la que nos parece escandalosa e inadmisible. Pero fundamentan el igualitarismo eminentes intelectuales que nos proponen colocarnos a la altura moral de otros primates con argumentos tan notables como John Rawls afirmando:

“El Principio de Diferencia representa, en efecto, el acuerdo de considerar la distribución de talentos naturales, en ciertos aspectos, como un acervo común, y de participar en los beneficios de esta distribución, cualesquiera que sean. Aquellos que han sido favorecidos por la naturaleza, quienes quiera que sean, pueden obtener provecho de su buena suerte sólo en la medida en que mejoren la situación de los no favorecidos. Los favorecidos por la naturaleza no podrán obtener ganancia por el mero hecho de estar más dotados, sino solamente para cubrir los costos de su entrenamiento y educación y para usar sus dones de manera que también ayuden a los menos afortunados. Nadie merece una mayor capacidad natural ni tampoco un lugar inicial más favorable en la sociedad. Sin embargo, esto no es razón, por supuesto, para eliminar estas distinciones. Hay otra manera de hacerles frente. Más bien, lo que es posible es configurar la estructura básica de modo tal que estas contingencias funcionen a favor de los menos afortunados. Nos vemos así conducidos al Principio de Diferencia si queremos continuar el sistema social de manera que nadie obtenga beneficios o pérdidas debidos a su lugar arbitrario en la distribución de dones naturales o a su posición inicial en la sociedad, sin haber dado o recibido a cambio ventajas compensatorias.”

Si algo debiera constituir un escándalo, explicaba Ayn Rand, es que un distinguido Profesor de una gran universidad nos diga que hay que expropiar, ya no el producto del talento humano, sino el talento humano mismo. Que los inteligentes han de ser puestos al servicio de los torpes, los esforzados al de los flojos, los brillantes de los mediocres. Y no por un mercado libre en que se ven obligados a usar sus talentos en producir lo que aquéllos que carecen del mismo demandan para obtener lo que cada cual, subjetivamente más aprecie –riqueza, prestigio o poder– sino por la fuerza arbitraria de un Estado dedicado a castigar al que se destaque. Satisfacción envidiosa al ignaro que no logró explicarse cómo funciona una maquina que jamás habría podido construir y cuyos principios no alcanza a entender gritando ¡brujería! porque alguien más talentoso hizo lo que él no puede. La civilización y con ella la supervivencia de la humanidad depende de salvar a los creadores de riqueza, y de diferencia –y con ellos al bienestar y la diversidad para los menos talentosos– de la hoguera fiscal o revolucionaria de quienes lleven a sus lógicas consecuencias tales ideas.

FUENTE: PAN AM