No hace mucho, Venezuela, era el país más rico de América Latina. ¿Y por qué no? Tiene las reservas de petróleo probadas más grandes del mundo y abundantes tierras fértiles. Sus instituciones gubernamentales alguna vez fueron eficientes y en gran medida libres de corrupción. Con algunos buenos funerales, los tiempos podrían ser buenos otra vez.

Pero las cosas se ven algo diferentes ahora. El PIB del país colapsó, es solo el 60 por ciento de lo que era hace solo cuatro años (el Producto Interno Bruto de en los Estados Unidos disminuyó en un 28 por ciento durante la Gran Depresión); la tasa de pobreza está al norte del 82 por ciento (fue del 48 por ciento en 2014) y tres cuartas partes de los venezolanos han perdido peso en los últimos años en un promedio de casi 9 kilos por persona.

Por lo general, se necesita una guerra, un terremoto o un maremoto de proporciones inmensas e históricas para causar un colapso tan calamitoso, pero el colapso de Venezuela es totalmente hecho por el hombre. El presidente Nicolás Maduro y su difunto predecesor Hugo Chávez son los autores de la ruina de su tierra. El Sr. Chávez, que estuvo en el poder durante 15 años antes de su muerte en 2013, se comprometió a construir una Venezuela donde todos compartirían todo por igual. En cierto sentido, tuvo éxito. Los venezolanos ahora comparten igual en la miseria, como en Cuba, donde el gobierno legado por Fidel Castro, el mentor de los señores Castro y Maduro, produce miseria para todos.

Hugo Chávez nacionalizó varias industrias solo para saquearlas, y los funestos resultados fueron completamente predecibles. Las industrias colapsaron y Venezuela se convirtió en “el hombre pobre de América Latina”. Aumentó las tasas de interés más allá de la usura, devastando aún más la economía. Gastó generosamente en programas sociales, destruyendo los ahorros de la nación. Cuando los precios del petróleo cayeron, como siempre lo hacen, no había forma de salir de la lluvia.

Nicolas Maduro ha logrado empeorar las cosas. Después de una carrera estelar como conductor de autobús, Maduro ha recurrido a la impresión de dinero, y el gobierno apenas puede encontrar dinero para comprar el papel para imprimir la moneda. Podría pasar a imprimir la moneda en papel higiénico, pero también hay una gran escasez de eso. Con la caída en los precios del petróleo, hay hiperinflación: el año pasado, los precios al consumidor subieron un 800 por ciento. Debido a que el gobierno se está quedando sin dólares, ya no puede importar bienes. De ahí la escasez de alimentos, medicinas y todo menos la miseria.

El Sr. Maduro se ha vuelto, como lo harán los déspotas, cada vez más autoritario. Los líderes de la oposición son encarcelados. Una simulada elección este verano llenó al gobierno con sus compinches. La tortura de prisioneros es generalizada. La única buena noticia es que esto sugiere que teme que su régimen no pueda durar. Está tratando de convencer a Pekín y Moscú de que le echen un salvavidas. Si es verdad que es más oscuro antes del amanecer, el final del presidente Maduro está a la vista.

LAPATILLA