A la mayoría de los economistas los forman–y ellos se dejan formar, y quieren que los formen–en diferentes niveles de estatismo. Por eso, confunden lo que es una buena noticia para el estado con lo que es una buena noticia para la sociedad. Asumen que las dos cosas son iguales y muchos aceptan el lema del “Estado somos todos” para darse pedestal y recurrir a la técnica de la ingeniería social y el arte de adular al príncipe de turno. Obviamente, ese error que cometen los profesionales lo amplifican, por supuesto, los aficionados.

Por eso, es importante prestar atención a los comentarios ingenuos que refuerzan dicha perspectiva. Cuando lo que, aparentemente, era una buena noticia para el Estado  se revela en su naturaleza como una mala noticia para la sociedad, ya es demasiado tarde. La sociedad es forzada a pagar las “buenas noticias” con impuestos, inflación, desempleo, recesión o estancamiento. De activismo gubernamental están llenos los titulares.

Inauguró esa tendencia la Editorial del diario La República, un diario que cubre mejor que los demás a los sectores empresariales de Colombia, especialmente en su canal deYoutube. Aunque afortunadamente, no tiene ese sesgo estadocéntrico que, de tanto alimentarse, termina en el mejor de los casos en incómodos intervencionismos y, cuándo no, en fatales totalitarismos. Sin embargo, sí hizo un cambio de posición que pasó del viernes 12 de enero de decir: “La ilusión del petróleo a buenos precios” al lunes 15 : “¿Se sentirá dólar barato y petróleo caro? En el primero, hubo algo de sano escepticismo, pero en el segundo, era casi Alicia en el País de las Maravillas. Quizás como beneficio de inventario es parte del espíritu de inicio de año, esperar lo mejor y trabajar por lo mejor.

¿Pero son realmente un petróleo al alza y un dólar a la baja buenas noticias?

Lo primero que hay que explicar es que no son noticias diferentes. Es la misma. El petróleo, al estar denominado en dólares, expresa la debilidad del dólar precisamente cuándo este pierde su valor como moneda. En Venezuela, los precios se ven subir pero lo que sucede en realidad es la caída del Bolívar. La relación se hizo  especialmente intensa entre petróleo y dólar una vez Nixon dejó la convertibilidad en oro. Así que, efectivamente, es la misma noticia pero, claramente, tiene diferentes efectos a corto plazo… y el mismo a largo.

Advertía Frederic Bastiat–uno de esos pocos economistas capaces de diferenciar al Estado de la sociedad, y reconocer que lo bueno para el primero es lo malo para la segunda–que era importante diferenciar lo que se ve de lo que no se ve. Lo que se vería, como lo apreció el editorialista de La República, es que al “bajar” el dólar, los precios de los artículos importados caerían y, por lo tanto, la presión inflacionaria en Colombia bajaría. Es evidente que la mayor carga de la inflación de los últimos dos años fue producto de una tasa de cambio elevada que llevó a compensar en pesos colombianos el mayor valor de los dólares.

De hecho, gran parte de la reputación de los últimos años del Banco de la República como guardián de la inflación es mérito ajeno. Un dólar débil les permitió mostrarse como técnicos responsables cuándo lo cierto es que el cumplimiento de la meta de inflación no tuvo nada que ver con ninguna de sus medidas. Claro está que siempre lo pueden hacer peor, como Argentina o Venezuela, quizás ese sea su mérito.

Volviendo al punto, la noticia de que los precios puedan no subir mucho, o incluso caer en algunos artículos, por causa de la debilidad de la moneda estadounidense pareciera favorable. Sin embargo, no hay que dejar de lado que los hogares están en su momento de mayor endeudamiento de los últimos años.

Lo mismo hay que advertir frente al tema de la “subida” de los precios del petróleo, y en este caso con mayor razón. Ese aumento parece favorable porque disminuye la presión fiscal que viene sintiendo el Estado colombiano, producto de tantas promesas gubernamentales. Es ahí dónde la “buena” noticia es especialmente mala: mayores ingresos para la clase política significa bajar la guardia en el recorte de gastos, asumir mayores compromisos financieros y finalmente crear el escenario para un posterior aumento tributario.

En año electoral es especialmente desastroso que el precio del petróleo vuelva a aparecer para facilitar la “mermelada”. Es decir, transmitir vía contratos y clientelismo, recursos estatales en las campañas de los amigos del gobierno. Los ingresos extraordinarios se repartirán según la máxima de Juan Manuel Santos, amor por presupuesto.  Dicho de otra forma, nada alimenta mejor  la corrupción que un “alza” del petróleo, especialmente cuando las finanzas estatales dependen tanto del mismo.

Sin embargo, los efectos negativos adicionales al postergamiento del recorte fiscal, las nuevas promesas electorales, y la corrupción alimentada por los ingresos extraordinarios tienen que ver con la falta de lectura del entorno externo a mediano plazo. Acostumbrados por la mentalidad de sustitución de importaciones y el hacendismo tecnocratico, los analistas no incorporan otros elementos. El primero es el geopolítico: la debilidad del dólar y su efecto en el aumento nominal del petróleo alimenta la hostilidad militar en muchas regiones del planeta.

Las consecuencias del alza de petróleo

Para Colombia, el alza del petróleo llega con un nuevo ímpetus belicista del chavismo, no tanto porque tenga realmente contemplado un enfrentamiento militar,–que no le interesa, porque es precisamente lo que sí puede tumbar al régimen, como pasó con la dictadura en Argentina a partir de la derrota en las Malvinas–, sino porque la sola amenaza le da margen de negociación para buscar un respiro financiero con los nubarrones de una guerra, o bien con un efecto en el mercado de hidrocarburos o en el de su deuda.

La mejor forma de invertir los ingresos extraordinarios del nuevo precio del petróleo no es la corrupción, sino sentar las bases financieras ante la posibilidad de una posible intervención militar desde Colombia. El efectivo en tiempo de paz es salvaguarda de vidas en tiempos de conflicto.

Ahora bien, un conflicto militar con Venezuela tiene un alto grado de incertidumbre. No lo tiene el aumento de la beligerancia, esa sí va aumentar indiscutiblemente. Pero la confrontación, aunque cada vez es más probable todavía puede desescalarse. Sin embargo, lo que sí es cierto, es que ese dólar débil conduce a una inflación global y que esa debilidad temporal termina inexorablemente en una subida de tasas de interés por parte de la Reserva Federal.

La “subida” del precio del petróleo empezará a hacerse visible en los demás sectores de la economía y el ajuste inevitable cogerá, a contrapierna, a muchos actores económicos. A un fortalecimiento “súbito” del dólar, los bancos centrales responderán ajustando las de sus respectivas monedas, y con los niveles de endeudamiento actuales de los hogares colombianos–y los intensos esfuerzos comunicativos para que se endeuden–terminarán golpeados y muchísimos perdiendo su patrimonio. Por supuesto, ese mayor nivel de costo del dinero se verá reflejado también en quiebras empresariales y despidos masivos.

A la crisis económica y social seguirá la crisis política… y dado el entrenamiento que ha tenido la opinión pública por parte de profesionales y aficionados en presionar por “buenas” noticias de la intervención del estado, serán a los políticos a los que reclamarán mayores medidas. El dólar está aún más débil, el petróleo vuelve al alza, malas, malas noticias.

Fuente: es.panampost.com